Tema 6: Cambio marginal

Este curso abrió con una nostálgica película de Garci y cerrará con una nostálgica película de Garci. Volver a empezar, con magistrales interpretaciones de José Bódalo y Antonio Ferrandis, haciendo balance de toda una vida. Una conversación tan melancólica como una columna de Cuartango, hablando de su feliz infancia en Miranda. Desde fuera, veremos siempre claro qué cosas son importantes y qué cosas no lo son tanto. La salud, las relaciones y los proyectos personales. Que estos ocupen la mayor parte de tus esfuerzos y pensamientos.


En este sexto y último módulo de Cardinal X: escribiremos un manifiesto, viviremos de forma coherente con las prioridades fijadas y encontraremos el necesario equilibrio entre trabajo, familia y amigos.


El rol de la suerte


Woody Allen diría que, por mucho que reflexiones, termina decidiendo el azar. Un pesimismo compartido por el escritor Hjalmar Söderberg, quien publicaría El juego serio en 1912, un clásico de la literatura sueca:

Tú no eliges tu destino, del mismo modo que tampoco eliges a tus padres o a ti mismo: tu carácter. Todo el mundo lo sabe. Tampoco eliges a tu esposa ni a tu amante ni a tus hijos. Los consigues, los tienes y posiblemente los pierdes. Pero no los eliges.


Aunque esté demostrado que decidimos poco, podría tener sentido actuar como si estuviéramos en perfecto control de nuestro futuro. Internal locus of control, lo llaman. Si crees ser dueño de tu destino estarás dándote una ventaja.


Nos despedimos con esta anécdota de García Márquez, recogido en este artículo de Manuel Jabois:


Ya convertido en escritor célebre, una noche le dijo a su amigo Plinio Apuleyo: «Sé que estás escribiendo sobre mí. Sé que piensas decir que todo lo tenía previsto en la cabeza». Su amigo no le contestó. García Márquez siguió: «Pues te voy a decir una cosa: estás equivocado. Yo no sabía, te lo juro, hasta dónde podía empujar el carro. Simplemente me levantaba cada mañana, sin saber qué iba a ser de mí, y lo empujaba. Un poco más. Siempre un poco más, sin saber si llegaba o no llegaba. Sin saber nada».
La conversación la relata Plinio en Aquellos tiempos con Gabo. El escritor se levantó con la copa en la mano y la mirada brillante.
—¿Te acuerdas de Macomber?
—¿El cuento de Hemingway?
—Sí, el mejor cuento que se haya escrito. Un cuento cojonudo. Acuérdate, Macomber sale a matar al león. O un búfalo. Sale temblando y se lo encuentra. Temblando alza el fusil y apunta. Temblando, lo mata. Pues bien, ¿sabes una cosa? Yo soy Macomber. Mejor dicho, todos somos Macomber. Todos tenemos que cazar un león. Algunos hemos llegado a hacerlo. Pero temblando.
Y esto es lo que más me gusta de él. Que todos los días de su vida dijo haberse despertado cagado de susto. «Antes, por lo que me podía pasar. Después, por lo que me pasó».




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